Tormenta solar nuclear: un evento a nivel de extinción (ELE), inevitable
Denuncian ante NOAA la amenaza de una nueva escala de fenómenos solares que podría colapsar los 500 reactores nucleares del planeta.
Como el proverbial “elefante en el armario”, algo que casi nadie en el ámbito científico internacional ni de la protección civil quiere mencionar, pero que permanece ahí, delante de nuestros ojos.
El riesgo solar que enfrenta nuestra civilización tecnológica no es “únicamente” el de la repetición de un “Evento Carrington”, como el de septiembre de 1859, sino el de una nueva escala de eventos solares que hasta ahora no había sido considerado pero que podría ser de 10 a 1000 veces superior a un Carrington.
No se trata de ninguna teoría, sino de un nuevo súper evento solar que sólo muy recientemente ha sido detectado y que ya tuvo lugar en nuestro planeta al menos dos veces en los últimos 1300 años: en el año 775 de nuestra era (de mayor intensidad y conocido como “Evento Carlomagno”), y también en el año 993.
Dos eventos que sólo habían podido ser detectados en forma indirecta, en virtud de un aumento impactante del carbono 14 de los anillos de los cedros, en ausencia de observaciones de las manchas solares (el primer tratado occidental en la materia únicamente se remonta a marzo de 1611 por el estudioso holandés Johannes Fabricius), pero que ahora vendría a concordar también con el resultado de la observación de otras estrellas.
Así lo acaba de señalar Kazunari Shibata, astrofísico de la Universidad de Kyoto, que lo ha denunciado en el reciente encuentro anual de la NOAA, en Boulder, Colorado, poniendo sobre la mesa la más inquietante de las consecuencias que tendría el evento: el colapso de los cientos de reactores nucleares de nuestro planeta y tal y como las propias autoridades nucleares de países como EEUU o Canadá han venido reconociendo también en los últimos años.
Para la Asociación Española de Protección Civil para el Clima Espacial, el EMP y los fenómenos Black Swan (AEPCCE), que lleva varios años informando de forma pionera entre sobre este “riesgo natural” desde su web divulgativa, el Observatorio del Clima Espacial y en cuyo trabajo se han basado distintas resoluciones y recomendaciones como la Resolución unánime del Congreso de los Diputados de 2012 nada de esto debería quedar en sólo palabras y debería ser atendido por las autoridades mundiales:
“La diferencia de periodicidad y probabilidad entre uno u otro tipo de tales enormes fenómenos solares es clara, un fenómeno tan sobrecogedor como el Evento Carrington de 1859, asociado a una llamarada solar que actualmente se cree que alcanzó el X45, se estima que podría tener una periodicidad de entre 150 a 200 años en golpear nuestro planeta – el último tuvo lugar hace 156 años -, y una probabilidad de repetición en nuestros días que distintas fuentes como el Nacional Risk Register of Civil Emergencies o Predictive Science estiman entre el 5 y el 12%, y que con el paso del tiempo seguirá aumentando progresivamente. Dentro de 10 años será más probable que hoy, y dentro de 30 más a su vez, y así sucesivamente, porque repetirse otro nuevo Carrington se volverá a repetir, eso nadie lo duda. En cambio un evento tipo súper Carrington, o Evento Carlomagno, como el del año 775 DC, todavía está por determinar. Shibata apunta que podría darse una vez cada 800 años pero es solo una aproximación. Si tenemos pocos datos respecto el “Evento Carrington”, menos todavía respecto un súper Carrington, un “Evento Carlomagno”. Sí que parece, en principio, que el último evento de similar magnitud que habría sido detectado se correspondería al año 993, menos de 200 años después, y desde entonces ninguno otro similar”.
Pero ese no sería el aspecto clave, señalan: “Desde el punto de vista de la protección civil no se trata de casi “adivinar” si un tal fenómeno se repetirá dentro de un año o dentro de 100, lo que resultaría altamente especulativo, sino una cuestión, esencial, de disponer por principio de una planificación de emergencias adecuada para tal caso, sea ello cuando sea, y, muy en particular, de una adecuada protección de nuestros reactores nucleares, no sólo españoles o europeos, sino de una auténtica normativa internacional que obligue a que todo reactor nuclear y toda piscina de combustible gastado – mucho más peligrosas estas últimas – cuente con un protocolo EMP. Y a día de hoy no se dispone de ella, esto lo tenemos que decir muy claro”.
Y se olvida que no se trata solo de prevención nuclear en razón de un Evento Carrington o un súper Carrington, sino ya con ocasión de prevenir los posibles efectos de eventos muy inferiores, y mucho más probables, como un “Evento Quebec” como el de marzo de 1989, ante el que la propia Nuclear Regulatory Commission de Estados Unidos, la NRC ya reconoció incidentes nucleares asociados en media docena de instalaciones nucleares y emitió una circular que divulgamos hace ya varios años y que hemos remitido a nuestro propio Consejo de Seguridad Nuclear español junto a otra documentación a la espera de que se terminen de adoptar unas mínimas medidas al respecto siquiera a escala nacional”.
Y es que, en sus palabras “tener, o no tener, una adecuada prevención nuclear preparada cuando un evento solar o de pulso electromagnético de gran dimensión se produjese (o ante un ataque de tipo artificial) cambia todo el escenario catastrófico de referencia”.
Y así: “Si todos los reactores nucleares del planeta pudiesen ser desactivados de emergencia de manera coordinada ante un fenómeno repentino de tales características – y que sólo nos dejaría unas pocas horas de margen para reaccionar – y pudiese ser mantenida, después, su refrigeración de manera autónoma por sus operarios mientras se continúa el proceso de apagado ordenado (semanas o meses) con independencia de lo que sea que pase a su alrededor y en el resto del país, entonces, seguiremos teniendo la gestión de una catástrofe internacional nunca vista entre manos y una carrera contra reloj para intentar evitar varios millones de víctimas en todo el planeta. Ese sería el escenario optimista ante un súper Carrington a la vista de la ausencia prácticamente total de medidas preventivas en el momento actual”.
En cambio – concluyen – “si ni tan siquiera tuviésemos preparada una estructura internacional sólida y seria, que ante una alerta solar de entidad suficiente permitiese una desconexión coordinada internacional de nuestros cientos de reactores nucleares y la correcta protección de nuestras piscinas de combustible gastado, al resultado de algo así ya apenas se le podría llamar “catástrofe” en su acepción técnica, el resultado sería otra cosa más cercana a un ELE, o Evento a Nivel de Extinción”.
Simplemente, con 437 reactores nucleares actualmente en funcionamiento en el planeta, contando solo los civiles, y otros 66 en construcción, es decir potencialmente más de 500 reactores nucleares afectados, incluidas sus piscinas, no habría prácticamente nada que poder gestionar a nivel de protección civil, y tal es el claro sentido del nuevo informe que se está preparando, “ante la magnitud del daño asociado a este riesgo en caso de llegar a desencadenarse y su carácter altamente imprevisible, la prevención nuclear previa es la única opción como sociedad”, concluyen.
(Fuente: nuevatribuna.es)
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